La lista de calificativos que tendríamos que emplear para describir la boda que organizaron Anna y Pierre sería larga, muy larga, pero si dos sensaciones destacaron por encima del resto, esas fueron el romanticismo y la diversión. Un entorno y una decoración preciosa adornaron los gestos, miradas cómplices y abrazos que la pareja se dedicó constantemente y un montaje de luces espectacular les acompañó, tanto a ellos, los protagonistas, como a sus invitados y amigos durante la cena y la fiesta posterior. El salón de Huerto de San Vicente se transformó, durante una horas, en una pequeña Ushuaïa ibicenca, tal y como deseaban los novios, convirtiendo así la boda de este parisino y esta valenciana en una celebración con mayúsculas.